miércoles, 13 de mayo de 2009

DISFRUTANDO DE LA VIDA

Me gustan esos relatos que nacen fruto de un mero vistazo a la rutina diaria. Me gustan porque están llenos de humanidad; porque las cosas son como son, más una pizca de cómo lo ve cada uno, que es lo que le da sabor. Por eso, mientras el día a día ahoga a unos y a otros los cuelga de un eterno bostezo, los más afortunados lo viven como una continua aventura llena de sorpresas.
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RELÁMPAGOS

Los viajeros del autobús urbano iban en un silencio oscuro, triste, casi como el nublado que se adensaba en el exterior. Delante del viejo, un niño pequeño se mecía en su cochecito. El viejo le miró desde su asiento sin moverse. Le guiñó un ojo. El niño alzó su cabecita y lo observó atento. El viejo guiñó el otro ojo. El niño se incorporó y lo miró sin pestañear. Volvió el viejo a marcarle un tercer guiño y el chico le imitó pinzando su ojito izquierdo. No pudo el viejo contener la sonrisa, que el niño le pagó al instante con otra sonrisa abierta. Las sonrisas del viejo y el niño fueron un cruce de relámpagos que rasgaron e iluminaron el silencio del autobús.

Jesús Mauleón

2 comentarios:

J. A. dijo...

Muy bonito. La belleza de la humanidad cotidiana, a veces solo apta para románticos.
Me recuerda que una vez se me ocurrió tener una especie de diario donde cada noche apuntar el mejor momento del día, pero final no lo hice.

V dijo...

Cada día está repleto de oportunidades.
Cada situación es un escenario, cada ser es un personaje, cada objeto es una herramienta. La obra se representa en directo y sin parones. Y tú no eres el personaje principal. Tenemos que contentarnos con ser los mejores secundarios, sacando a la luz las grandes representaciones escondidas en cada actor.
¡También somos directores de ésta loca vida!