miércoles, 21 de mayo de 2014

BITÁCORA DE UN SOLDADO ARAGONÉS (1808)

Aún sigue mi memoria relamiéndose con un recuerdo de mi niñez. Aún puede saborear ese pedazo de pan que mi padre me dejaba mojar en su huevo frito a primera hora de la mañana. Nunca he vuelto a gustar una yema igual. La suerte es que todavía podré perseguir ese sabor perdido ya que me jugué con el autor de este relato el no volver a comer huevos fritos si no ganaba el concurso con este relato. Y él lo va a saber en breve.
He tenido que incluir esta obra como imagen dado que el blog no me permitía respetar el progresivo temor del soldado y la voluntad estilística de este chico de 12 años. Usted me entenderá.

BITÁCORA DE UN SOLDADO ARAGONÉS (1808)




























                                                                                                                                                Álvaro López-Blanco

miércoles, 16 de octubre de 2013

GANAS DE ENREDAR

El título con el que he encabezado esta entrada creo que es el acertado, ya que este cuento no busca en absoluto la excelencia literaria sino, más bien, ser un jueguecito más. No obstante resulta posible que el lector no le encuentre el sentido o, encontrando el sentido, no le haga gracia. Me consta que el autor no tenía grandes pretensiones con él, así que no nos preocupe el resultado.


Y LAS PERDICES SE LOS COMIERON

Se durmió la dama y el jinete se acercó para darle un beso, sorprendido quizá por su enorme belleza. Instantes después salió cabalgando hacia el horizonte. Todos los animalillos fueron desapareciendo poco a poco. Los que allí quedaron, con los ojos enrojecidos, portaron a la muchacha sobre sus hombros hasta la casa. Sin saber qué más hacer, decidieron salir como de costumbre a trabajar, aunque ya era casi de noche.

No pasaron muchos minutos cuando la chica despertó de su sueño. Anduvo por la casa un tanto mareada, pero hasta que no regurgitó un trozo de fruta no se recuperó de verdad. Le había sentado mal. Grande fue su sorpresa entonces cuando descubrió que una anciana la estaba contemplando. Pocas palabras cruzaron y la anciana salió por la puerta. Nuestra bella protagonista no lograba encajar las piezas. Hasta la casa –el dormitorio con sus camas, la mesa con sus platos- la empezó a ver cada vez más ajena, más distinta a lo que ella podría haber imaginado jamás. No lo dudó más y abandonó la casa.
El bosque era un canto a la vida y por eso caminó feliz por sus sendas durante esa tarde. Estaba mirando la copa de los árboles cuando de pronto le sorprendió el chillido desgarrador de un jabalí. En seguida, apresuró sus pasos hacia allí encontrándose con un hombre de rudo aspecto.
-   “¿Qué hace, buen hombre?”, preguntó la mujercita.
-   “Acabo de revivir a este jabalí, hermosa doncella”, contestó éste.  “Montemos sobre mi caballo y vayamos hasta el castillo”.
Y cogiendo un cofre y subiendo a la dama sobre los lomos de su caballo, cabalgaron hasta el castillo.
-   “Acompáñame y te llevaré hasta la Reina”, le sugirió él.

La muchacha no opuso mucha resistencia aunque cada vez se veía más nerviosa. Llegaron hasta la sala donde estaba la Reina quien tenía en esos momentos  un aspecto un tanto huraño. La Reina la llevó con poca delicadeza hasta otra habitación y la dejó allí. Ya de regreso el hombre le entregó un cofre a la Reina y ésta, mirándose en el espejo, le mostró su desagrado y su enfado porque acababa de enterarse de que había perdido el concurso de belleza. Siempre lo había ganado durante largos años, pero esta vez se lo había arrebatado esa muchacha, quien -conforme pasaba el tiempo- iba olvidando todo lo que ahora sabes, querido lector, cada vez más joven, pero cada vez menos hermosa en un lugar muy lejano.

Carlos Bibián

domingo, 4 de noviembre de 2012

RELATO PALINDRÓMICO

Desconozco -y no me voy a poner a comprobarlo- si existe el término "palindrómico", pero no encuentro un vocablo mejor para designar este relato de Fredric Brown. Tengo que reconocer que lo introduzco en este blog con la sospecha de que algún lector pueda lanzarse a pensar "esto es una tomadura de pelo" o "esto también lo puedo hacer yo". Muy bien, campeón, es cierto, pero ¿alguna vez has escrito algo así? Cuento con que evidentemente el lector entienda lo que ha sucedido en el relato. Si no es así, le sugiero enterarse de qué es un palíndromo. Eso sí, después de haberlo leído, claro.


EL FINAL

El profesor Jones había trabajado en la teoría del tiempo a lo largo de muchos años. 
-Y he encontrado la ecuación clave –dijo un buen día a su hija-. El tiempo es un campo. La máquina que he fabricado puede manipular, e incluso invertir, dicho campo. 
Apretando un botón mientras hablaba, dijo: 
-Esto hará retroceder el tiempo el retroceder hará esto –dijo, hablamos mientras botón un apretando. 
-Campo dicho, invertir incluso e, manipular puede fabricado he que máquina la. Campo un es tiempo el. –Hija su a día buen un dijo-. Clave ecuación la encontrado he y. 
Años muchos de largo lo a tiempo del teoría la en trabajado había Jones profesor el.

FINAL EL
Fredric Brown

FRANZ KAFKA

Rescato de mi baúl unas líneas que, desde hace ya bastantes años, leo a cada nueva generación de intrépidos descubridores de la literatura. Y siempre, siempre, he visto en sus ojos la ilusión por parecerse un poco a este "misterioso personaje" que, sin llevarse ni premio ni aplauso, hace feliz a una niña acompañándola en su paso de la infancia a la adolescencia. Lo que a muchos se les pasa por alto es que tanto la muñeca como Kafka van a ir desapareciendo sin ruido de la memoria de la niña, siendo éste el pago por la felicidad de ella.


FRANZ KAFKA Y LA NIÑA

Imagina a Franz Kafka en una calle de Praga. No, no es Praga, es otra ciudad. Imagínalo en una calle de Berlín.
En noviembre de 1923 él y Dora Dymant cambiaron de casa, Grunewaldstrass, 13, alquilando dos habitaciones en casa de un médico.
Imagina a aquel escritor, ya afectado por la tuberculosis, paseando por la calle en una tarde nublada y tranquila.
Una niña llora en la acera. Franz Kafka se acerca a la niña que oculta su cara bajo mechones pelirrojos. Llora porque ha perdido su muñeca.
- ¡No, no se ha perdido! - le dice Franz Kafka.
Que no se ha perdido, que no llore, que la muñeca ha tenido que marcharse de viaje y que no se ha despedido de ella porque los adioses son tristes.
- Hace poco me he encontrado con tu muñeca - dice Franz Kafka - a la salida de la ciudad, y me ha dicho que te ha escrito.
Imagina a la niña secándose las lágrimas con sus manitas. La niña, desde la profundidad de sus ojos azules, mira al hombre moreno, al extraño mensajero.
El mensajero, Franz Kafka, sube calle arriba con su traje negro y paso lento, para perderse, como el más misteriosos de los mensajeros, en la esquina de la calle.
La niña, durante las siguientes semanas, recibió las cartas de la muñeca, en las que le contaba un viaje extraordinario, cada vez desde más lejos.

Joseba Sarrionandia, de No soy de aquí

sábado, 4 de septiembre de 2010

DE UN BROCHAZO


No hace muchos días, el autor del relato "LA PRIMERA VEZ", prometió un microrrelato reconociendo que es el género que en realidad adora. Nos cuenta que su primer lector, Miguel Ángel Jordán -autor de la novela juvenil "Erik, Hijo de Árkhelan"-, se quedó un tanto perplejo al leerlo y le costó encontrar el quid del asunto. A veces esto ocurre con los microrrelatos, pero reconozco que no seré yo quien quite al lector el gustazo de desenvolver el regalo. Como ya escribiera el romántico, "sea de ello lo que quiera, allá va, como el caballo de copas.
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GENERACIONES
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“¿Cuántas veces te he dicho, hijo mío, que no te sueltes de mi mano?”, resonó dentro de su debilitado corazón. Fue entonces cuando escuchó otra voz que se perdía para siempre: “¡Papá, papá, el abuelo!”

. Carlos Bibián Lamarca

miércoles, 13 de mayo de 2009

DISFRUTANDO DE LA VIDA

Me gustan esos relatos que nacen fruto de un mero vistazo a la rutina diaria. Me gustan porque están llenos de humanidad; porque las cosas son como son, más una pizca de cómo lo ve cada uno, que es lo que le da sabor. Por eso, mientras el día a día ahoga a unos y a otros los cuelga de un eterno bostezo, los más afortunados lo viven como una continua aventura llena de sorpresas.
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RELÁMPAGOS

Los viajeros del autobús urbano iban en un silencio oscuro, triste, casi como el nublado que se adensaba en el exterior. Delante del viejo, un niño pequeño se mecía en su cochecito. El viejo le miró desde su asiento sin moverse. Le guiñó un ojo. El niño alzó su cabecita y lo observó atento. El viejo guiñó el otro ojo. El niño se incorporó y lo miró sin pestañear. Volvió el viejo a marcarle un tercer guiño y el chico le imitó pinzando su ojito izquierdo. No pudo el viejo contener la sonrisa, que el niño le pagó al instante con otra sonrisa abierta. Las sonrisas del viejo y el niño fueron un cruce de relámpagos que rasgaron e iluminaron el silencio del autobús.

Jesús Mauleón

martes, 3 de febrero de 2009

SINTONÍA

He de reconocer que, cuando vi por primera vez este corto, me volví a reconciliar con el ser humano. Desde entonces son ya muchas las veces que lo he visto y siempre acompañado, disfrutando doblemente al observar el éxito que tenía.
La gracia de los cortos es que en un pequeño espacio de tiempo, deben presentarnos a los personajes, y la historia debe ser lo suficientemente interesante como para poder sentirnos identificados con ellos. En el caso de Sintonía, del realizador español José María Goenaga, el lugar elegido, los personajes y la música de Tracy Chapman crean el ambiente perfecto para una breve historia romántica que impacta por su simplicidad y belleza en el relato, la cual nos recuerda que un día ordinario puede transformarse en cualquier minuto en un día extraordinario.