sábado, 12 de abril de 2008

OTRA BROMA DE BUEN GUSTO

Intentar resumir este relato conlleva un resultado siempre insatisfactorio. En realidad, quizá debería decirse que «Antes del almuerzo» es un cuento que no cuenta nada o, al menos, que parece que no cuenta nada y, sin embargo, el texto llama una y otra vez al placer que ofrece. La conclusión de la lectura de estas pocas líneas podría no ser otra que ver «Antes...» como una lección teórica, una excelente y amena lección. Este relato es una representación, y una reflexión, del acto de lectura, por tanto, una reflexión sobre el acto de la escritura. No en vano "escribir" y "leer" son dos instantes de una misma acción. Podría decirse en formulación gramatical que son dos formas temporales de un único verbo de compleja estructura: "escribirleer".
Otro relato que resultará ser una experiencia que nos sumirá en la más absoluta perplejidad.


ANTES DEL ALMUERZO

Me senté en la terraza del hotel y, en espera de la hora de la comida, abrí el libro y empecé a leer.
Así empezaba el libro que me dispuse a leer sentado en la terraza del hotel esperando la hora del almuerzo.
Apenas había leído unas diez páginas cuando el chico uniformado de gris me alargó un sobre que acababan de entregarle para mí. Fue entonces cuando, al levantar la vista del libro, me fijé en la rubia de verde que daba vueltas a mi alrededor. Traté de no fijarme demasiado en ella y abrí de nuevo el libro. Emprendí la lectura justo en el momento que la rubia vestida de verde daba vueltas alrededor del sillón. La rubia se me acercó por detrás y, con poco disimulo, trató de leer en mi libro. No se impaciente -dijo al ver que iba a hablarle-, yo no salgo hasta la página veintiuno. Dese prisa, antes aún han de salir la sirvienta y el banquero. Atónito leí. Dese prisa -decía- debemos hablar. Debí dejar de leer mucho antes. Ya era demasiado tarde. La puerta giratoria empezó a dar vueltas y apareció el banquero. Ya había empezado. Era preciso terminar pronto, que saliera la sirvienta, el banquero y ver qué significaba la comedia de la mujer de verde. Tal vez después de terminar el libro...
Estaba leyendo estas líneas cuando sentí el roce de la mano del botones en el brazo alargándome un sobre.
Ante la rubia de verde, ante sus palabras, me sentí irreal, leído. Intenté decirle que me dejara en paz, que ya sabía que iba a salir en la página veintiuno. Por lo visto no me tocaba decirlo. Tuve que esperar que saliera el banquero y la sirvienta.
Estoy leyendo, sentado en la terraza del hotel, mientras espero la hora de la comida. Ya he empezado el libro. Es inútil intentar dejarlo. Por el espejo, ya veo al chico uniformado que se acerca con un sobre en la mano, una rubia vestida de verde sale del interior del hotel. Sólo falta esperar al banquero y la sirvienta, y si el que lee no cierra el libro sabremos en qué termina todo esto.

Ana Mª Moix
Ese chico pelirrojo a quien veo cada día, 1973

2 comentarios:

J. A. dijo...

¡¡Absolutamente genial!!, sin duda. Sólo las cuatro primeras líneas ya son para enmarcar.

dr dijo...

Totalmente de acuerdo, el inicio del relato es fascinante!